Viajando de mi casa a Boquerón Arriba. Una hora y media que vale la pena.
Es viernes, me embarga una profunda alegría porque es el comienzo del fin de semana. Mañana sábado me levantaré muy temprano, para hacer los arreglos para el viaje a Boquerón Arriba.
Hoy saldré del trabajo a eso de las diez de la noche. Tengo algo muy importante que hacer antes de llegar a casa, iré al supermercado a comprar raspadura para hacer limonada, el limón lo cosecharé mañana en el patio de la finca.
Llegaré un poco tarde a casa hoy, pero apenas llegue, prepararé mi masa de hojaldres para el desayuno. Mi hija me dijo que quiere aprender a hacer hojaldres, le enseñaré mi receta.
Por fin estoy en casa, es hora de empezar a hacer las hojaldres. Ana, le digo a mi hija, saca los ingredientes y comienzo a darle las medidas.
En el bol coloca una libra de harina, una cucharadita de sal, dos de azúcar, dos de polvo de hornear, dos cucharadas de aceite y revuelve todos los ingredientes. Eso si, recuerda sacar dos cucharadas de la mezcla para cuando empieces a amasar, esta es una vieja técnica que siempre uso, por si se me pasa de agua.
Ahora que la mezcla está casi lista, es importante colocar una taza y media de agua poco a poco. En algunas ocasiones es suficiente con una taza de agua, pero a veces se requiere un poco más. Mi hija empieza a amasar, yo sonrío porque sé que la masa esta lista para el desayuno de mañana. Preparar este paseo es toda una logística, pero vale la pena.
Ya es sábado, un día radiante comienza. Suena el despertador panparanpan, panparanpan.
Son las 4:30 de la mañana, me estiro y de un solo salto voy al baño. Me cepillo rápidamente los dientes mientras el agua de la ducha se calienta. Empiezo a peinarme, y busco mi traje preferido de flores, me gusta mucho por lo cómodo que es.
Ya estoy casi lista solo me falta mi sombrerito de paja, mis hijos siempre me dicen que lo llevo a todos lados, pero a mí me gusta. Tomo mi bolsa rosada, que por cierto tengo que cambiar, siempre esta lista con lo necesario para pasar el día. Mi bolsa y mi sombrero de paja nunca me fallan en estos viajes. Mi esposo me pregunta, si ya tengo listas nuestras las jarras de café, y de inmediato le digo que sí.
El trayecto a Boquerón es de hora y media, el café hace el viaje más agradable. Sigo preparando todo ya casi terminando los últimos ajustes mientras se arregla el carro con las herramientas de trabajo, y el agua.
El señor de la casa siempre me dice que para las pocas horas que estamos en las montañas, lo que llevamos es como para cinco días, quizás tenga razón. Ya el carro está listo, solo falta una cosa y le digo a que no se olvide de llevar mi caja de hacer jardín. ¡Y recuerda colocar los guantes, no se te olvide como la última vez!
Ya tengo lista la caja de la comida, hoy llevo todo preparado para hacer un sancocho con arroz blanquito en el fogón de leña, espero no llueva. Ya estamos listos para salir, son las 6:00 de la mañana, todavía hay que pasar a buscar el hilo para la máquina de podar y revisar las llantas.
Hacemos una parada técnica a la estación de gasolina de Brisas del Golf. Tomamos el corredor Sur hacia Tinajitas, es rápido así que tomamos esa vía para luego seguir por la vía Transístmica. Vemos el metro después de la entrada del Valle de San Isidro y se hacen las 6:30 de la mañana. De la casa a la finca nos toma una hora y media.
La neblina en Las Cumbres está densa y bien baja, nos aproximamos a Cemex y vemos entonces la entrada de Salamanca. Cuando entramos por allí sabemos que ya estamos muy cerca de Boquerón Arriba.
Comenzamos a subir durante unos 40 minutos., los policías muertos están muy cerca y se vuelven fastidiosos, pero tenemos que bajar la velocidad. La buena noticia es que solo es al principio.
A medida que subimos se acerca la vegetación y le digo a todos que bajen las ventanas, para que sientan el aire fresco, el verdor y el roció de la mañana. Ya puedo ver las vacas, las cabras, los patos en las orillas de la carretera y los árboles de teca. Las veraneras son abundantes también, estas nunca faltan.
Y entre sorbo y sorbo de café no me doy cuenta cuanto se acaba la carretera de asfalto y viene la de tierra. De aquí a donde vamos faltan 20 minutos.
Se atraviesan un rebaño de ganados acompañados de dos jinetes adelante y dos atrás, mumm mumm, están muy cerca del auto. Nuestra travesía se vuelve más interesante y la sonrisa de todos es el común denominador del viaje. Ya pasamos boquerón abajo y nos acercamos a las montañas y a lo lejos, vemos los árboles con flores de distintos colores, como el rojo o naranja y los arbustos con su verde olivo.
Es una experiencia única que a pesar de la logística vale la pena. Es importante que nos preparemos desde el día anterior para hacer el viaje más ameno.
Madrugar nos permite poder estar arriba a las 8:30 desayunando. Pasamos un día increíble, en las montañas de Boquerón. Se nos fue el día muy rápido, pero antes de regresar del viaje no puede faltar la ida al río, para ver sus hermosas aguas cristalinas que vienen de la montaña.
Una vez de vuelta a casa, luego de una semana larga, escucho el sonido de las cascadas de Boquerón en mi mente, y sé que pronto regresaré.
La vida es hermosa y la bendición más grande es tener una familia con la cuál compartir los momentos vividos, esos pequeños detalles llenos de amor. Escribir esta narrativa me transporta, es una gran alegría que me embarga cada vez que subo a esas montañas, es un privilegio y sueño hecho realidad.
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