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Emprendimiento, Crecimiento Personal y más... 

Foto del escritorGabriel Solano Lázaro

Sobre Mongo Mol

Actualizado: 29 oct 2020




El tiempo pasaba y Mongo no encontraba ya como sentarse. Siempre habia sido muy paciente, pero el teatro no era lo suyo, lo de el era escribir y pensar en historias fantásticas que pudiera vender de vez en cuando por unas cuantas monedas o por un desayuno en la tienda de Liliana, la de los cabellos rizados cuya tienda estaba cruzando los abrevaderos. Liliana, Mongo siempre pensaba en ella cuando tenia un poco de hambre, ella si que sabia ganarse la vida haciendo patacones y otro tipo de frituras. Mongo Mol era un hombre de rutina, pregonaba en las plazas por la mañana y en las tardes cada jueves, luego del té, sus clases de teatro. 

Era viernes por la mañana, otra vez,  el teatro había quedado atrás y Mongo se preparaba para un nuevo día. 


Mongo siempre estaba buscando como ganarse la vida, era un poeta y trovador de canciones de antaño, algunas de un tiempo tan antiguo que ya habian sido olvidadas. 

Vivía en Lore. De niño Mongo decía que veía dragones, aunque de esto no tenia prueba en esos tiempos. Los más viejos en Lore, los ancianos consejeros,  sabían que Mongo tenia razón, pero para que alarmarse, después de todos los dragones no son tan malos si no te metes con su oro.  El más viejo de los ancianos de Lore, se dice que tenia más de doscientos años aunque su apariencia lo marcaba como alrededor de los ochenta. La gente de Lore era gente tranquila, por lo general comian tarde los desayunos y bebían con abundancia. Los hombres eran bajos y robustos; las mujeres delgadas y refinadas, pero muy ágiles si se les presentaba la ocasión. 

Se dice en las Memorias de Eras, que las mujeres de Lore eran las mujeres más bellas y sensuales de la tierra del Norte. De ahí provenía Enys la madre de Jein, quien después vivió en Bandergrath, la conocida tierra del mar donde por  muchos años vivió  con su esposo Eru, el constructor. Es sabido que la natalidad en Lore era muy alta, de alguna extraña manera las parejas parecían estar siempre ocupadas, si que habían muchos niños en esas épocas de Lore. Mongo iba a las plazas más importantes de la ciudad cada día, y ese día de septiembre no seria la excepción. 

-Judi, voy un momento a la plaza a encontrarme con unos amigos - le dijo suavemente a su madre que trabajaba arduamente en la cocina. Ella lo miro y a pasos apresurados se acerco donde estaba. 

-Bueno Mongo, sabes que no me gusta que estes yendo tanto a esas plazas. - Lo miraba con esa mirada particular que caracterizan a las madres cuando te dicen algo importante.

-Debes desayunar. Llévate este café, y esta crema... Un poco de pan, aqui hay algunas manzanas y haber que más... -Se acariciaba la mejilla pensando en que más podía brindarle a su pequeño hijo, aunque ya era un hombre para ella siempre seguiría siendo su pequeño hijo. 


-Ya se y llévate este té por si el cafe no es suficiente. Ahora ve Mongo, vete rápido para que llegues temprano a casa, recuerda que aun hay mucho por hacer aquí. Tienes que limpiar el techo, reparar la puerta de la entrada de la casa y alimentar a Mina. 

-Gracias Má, eso es justo lo que me hacia falta. Le dio un abrazo, guardo la comida  y se dirigio a la puerta rápidamente.. -Ah má se me olvidaba, te traeré algo de donde Liliana me dijo que tenia un obsequio para nosotros. 

-Bueno Mongo esta bien, ¡pero vete ya! -Le dijo Judi mientras prácticamente le cerraba la puerta en la cara. 


En Lore existían por lo menos 8 plazas, así que Mongo podía visitar una por di de la semana, y aun le quedaba una más. En ocasiones los sábados pero solamente cuando estaba de animo, visitaba dos plazas, las más distantes de Lore, esas que estaban casi rayando la montaña, aunque Lore era una ciudad costera, estaba al costado de una serie de montañas que se alzaban en el horizonte. Mongo se divertía mucho en las plazas que visitaba, y los que lo oían también, contaba sus historias fantásticas a toda voz, si que tenia muchos seguidores.

 Ese día llego a Plaza Litanza, un publico lo esperaba con ansias, se había corrido la voz que ese día clamaría un gran poema de tiempos de antaño.  Mongo tenia otros planes en la mente, y les canto con la mejor entonación que le fue posible, la canción que hoy conocemos como el Canto de Bandergrath. Esta canción es aun cantada por niños en toda la región, y sus primeras versiones aún reposan en el libro de las Memorias de Eras. 

Bandergrath, 

tierra del mar, 

Hazañas y aventuras,

te puedo contar...

Es la tierra de Jein, 

Y su padre ejemplar, 

arcos y flechas,

te pueden rosar... 

Eru su padre,

Construye en el mar, 

Mientras Jein su pequeña,

Comienza a entrenar,

Nace una arquera,

de mente fugaz, 

de mirada profunda, 

y un don natural. 

Jein con su arco,

jamas fallará, 

Eru su padre,

Te puede asustar. 

Bandergrath, 

Sus historias y cuentos, 

jamas callaran, 

en la memorias de mi pueblo 

 encuentran

 su hogar. 

Desde aquel día en septiembre Mongo fue conocido como Mongo Mol, el escritor de historias, o simplemente Mongo, el escritor. Y fue el ultimo día que fue visto en las plazas durante mucho tiempo. Se dice que estuvo un tiempo alejado de Lore, pero volvería más adelante. 

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