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Playas públicas, un derecho en riesgo.

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La brisa fresca y el sol radiante anuncian la llegada de la temporada seca y con esto la actividad favorita de muchos ¡ir a playa! y como no hacerlo si poseemos dos extensas zonas costeras, por ende, no es difícil encontrar playas paradisiacas para todos los gustos.

Para iniciar un nuevo año, para quitar la salazón o para un momento de esparcimiento como canta Kafu Banton vamos pa la playa a pasarla bien con los fren, la playa siempre es la solución.


Sin embargo, muchos de los accesos a estas playas han sido tomados por residencias privadas y negocios que para ingresar a este último debemos pagar con el argumento de que ese pago es destinado a la limpieza de la playa.


Está claro que el desarrollo del territorio fue dejado a las fuerzas del mercado y estos son los resultados. ¿Pero si disfrutamos tanto de las playas porque no somos capaces de cuidarlas y dejamos esta responsabilidad en manos de terceros? existe una falla en la educación que es la base para tener ciudadanos que protejan los recursos naturales, sin mencionar la ausencia de una visión de país, un ejemplo es la gran inversión que se debió hacer para el saneamiento de la Bahía de Panamá. Y es que pueden y deben existir negocios en las playas, pero este desarrollo debe darse en conjunto con las comunidades, pues según lo indica la Constitución, en su artículo 258, las playas son de uso público.


La ocupación indebida de este bien común da paso a la segregación del espacio y con esto el de las clases sociales, lo cual aumenta el estigma y resentimiento entre “ricos y pobres”. Pues, no es lo mismo ingresar por una garita de seguridad en donde solicitan el número de afiliado a tener que ingresar por un pequeño callejón entre un negocio que se tomó la servidumbre y una hermosa mansión con piscina y césped perfecto que se encuentra vacía porque sus dueños se encuentran esquiando en otro país. ¿Acaso sólo podemos ingresar de manera gratuita por trechos descuidados? Y luego no nos damos cuenta que por esta misma razón es que las personas no cuidan nuestros recursos naturales y es que damos paso a la “teoría de las ventanas rotas”, la cual sugiere que si hay señales de desorden o basura esto a su vez fomenta el descuido y desinterés de las personas.


Y es que este derecho va más allá de sólo darnos un chapuzón en la playa; se trata de fomentar la fascinante interacción social que ocurre de manera espontánea entre los pescadores que desenredan sus redes, los padres que enseñan a sus hijos a nadar e incluso los extranjeros que de manera natural participan de un juego de futbol con desconocidos; todo esto se puede traducir de una forma y es en calidad de vida. Porque disfrutar de un hermoso atardecer en la playa nos deja claro que “en el mar la vida es más sabrosa”.

 


Elvia Tibán

Arquitecta

Estudiante de la Maestría en Ordenamiento Territorial para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Panamá.

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