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Ordenamiento territorial y urbanismo en Panamá: la visión del Arq. Ignacio Mallol Azcárraga

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En un conversatorio organizado por APEDE, el arquitecto Ignacio Mallol Azcárraga compartió una reflexión profunda sobre el presente y el futuro del ordenamiento territorial y el urbanismo en Panamá. Invitado por Gabriel Solano, el Arq. Mallol abordó el rol de la empresa privada, los retos institucionales, la expansión desordenada de la ciudad y la oportunidad histórica que tiene el país frente a un nuevo ciclo de crecimiento económico.


La relación empresa privada – instituciones en tiempos de desconfianza


Mallol inició reconociendo la importancia de espacios como APEDE y de los gremios, resaltando que históricamente su firma ha creído en las instituciones y en el rol de la sociedad civil organizada. Sin embargo, fue claro al describir el contexto actual como “la era de la desconfianza”: un momento en el que nadie confía en nadie, y donde incluso iniciativas buenas pueden quedar bloqueadas por la sospecha mutua.


Como ejemplo, mencionó el proceso del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de San Francisco. A su juicio, fue uno de los procesos más largos y consultados que ha visto, con múltiples jornadas de participación. Pero en la última consulta, llegó gente que nunca había participado, desconociendo casi todo el trabajo previo. A esto se suman las disputas políticas del pasado entre instituciones como el MIVIOT y el Municipio, que terminaron dejando a San Francisco siete años sin una normativa clara y vigente.


Para Mallol, es urgente reconstruir confianza y colaboración entre instituciones públicas y entre el Estado y la empresa privada. Sin esa articulación, los mejores planes técnicos se traban en el camino.


Un nuevo ciclo de crecimiento económico… ¿está el territorio listo?


El arquitecto planteó una idea central: Panamá está a las puertas de un nuevo ciclo profundo de crecimiento económico, probablemente en los próximos meses o años. No se trata de una intuición vaga, sino de la suma de proyectos concretos:


  • Un plan de inversión del Canal de Panamá del orden de 8 mil millones de dólares.

  • Proyectos como el desarrollo en Río Indio.

  • Infraestructura energética (gasoductos, nuevos centros operativos e industriales).

  • Inversiones de cientos de millones en zonas como Colón.


Tal como ocurrió con la ampliación del Canal, este nuevo ciclo puede convertirse en un motor de empleo y crecimiento si se gestiona adecuadamente. La construcción, recordó Mallol, es una de las industrias que más rápido genera empleo y que mejor remunera en la región. Pero advirtió: este empuje no puede ser algo meramente temporal, sino que debe traducirse en una mejora permanente de la calidad de vida.


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Para ello, las inversiones públicas y privadas deben ubicarse “en el lugar y de la manera correcta”. De lo contrario, se repite un patrón que ya se ha visto: proyectos de alto impacto que, en lugar de resolver problemas, dejan una estela de nuevos conflictos urbanos.


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Una ciudad dispersa, cara e ineficiente


Uno de los diagnósticos más contundentes de Mallol es el de la “ciudad dispersa”. Según estudios que citó, Panamá tiene alrededor de 1.8 a 2 millones de habitantes concentrados en el área metropolitana (Panamá, Panamá Oeste, San Miguelito y alrededores), pero distribuidos en una huella urbana enorme: unas 48,000 hectáreas con apenas 39 habitantes por hectárea.


Comparado con otras ciudades latinoamericanas como Bogotá, Santiago o San José, Panamá es aún más dispersa. Y la densidad baja —explicó— hace muy costosa la provisión de infraestructura pública: agua, alcantarillado, transporte, equipamientos, espacios públicos.


Además, Naciones Unidas estima que cerca del 40 % de las personas en América Latina viven “mal ubicadas” dentro de áreas urbanas. Mallol aterrizó esto al caso panameño: migraciones masivas desde provincias hacia zonas como Arraiján, La Chorrera o Panamá Este, donde muchas familias terminan en comunidades dormitorio, lejos de sus empleos y servicios, con horas de viaje diario y una calidad de vida deteriorada.


Tiempo, movilidad y calidad de vida


Mallol hizo énfasis en el concepto de fricción en la movilidad: cuando el tiempo de traslado supera cierto umbral, la calidad de vida cae. Estudios internacionales indican que más de 30 minutos de viaje casa–trabajo dentro de la ciudad comienzan a generar desgaste significativo.


En el caso del oeste, la realidad es aún más dura: distancias de 40 a 80 km que, en horas pico, pueden significar tres veces el tiempo normal de recorrido. Gente que se levanta a las 3:30 a.m. para estar en oficina a las 8:00 a.m. y llega a casa a las 9:00 o 10:00 p.m. Esa no es una vida sostenible.


Para él, las ciudades verdaderamente desarrolladas son aquellas donde las personas pueden escoger cómo moverse: en auto, transporte público, caminando o en bicicleta, según les convenga. No donde la gente se ve obligada a usar un solo modo porque no tiene alternativas dignas.


En este punto reconoció el papel estructurante del Metro de Panamá (líneas 1, 2 y futura 3) como nueva columna vertebral de la ciudad. Pero fue claro: la línea 3 no puede pensarse solo como un mecanismo para traer gente del oeste al centro, sino como la oportunidad de crear un verdadero centro urbano en el oeste.


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Nuevos centros urbanos: oeste y Panamá Norte


Mallol sostiene que, en la próxima década, Panamá no tendrá solo un centro, sino al menos tres:


  • El centro tradicional (bancario y financiero) en la ciudad de Panamá.

  • Un nuevo centro en el oeste (con alta probabilidad en Costa Verde).

  • Un nuevo centro en Panamá Norte–Este (por ejemplo, en la zona de Brisas Norte y desarrollos aledaños).


El ejemplo de Costa Verde es clave:


  • La futura línea 3 del Metro permitiría conectar el área oeste con el resto de la ciudad.

  • Se está planificando un centro multimodal (terminal, metro, redistribución de transporte).

  • Desde el inicio se concibe como zona de usos mixtos: vivienda, comercio, oficinas, servicios.


En Panamá Norte, mencionó un plan maestro donde se proyectan tipologías de edificios corporativos de 3 a 5 niveles, espacios educativos (como una universidad), un hospital, edificios de uso mixto y modelos de vivienda como “student housing”. Todo conectado por espacios públicos de calidad, con áreas verdes y una escala diferente a la torre típica de la ciudad.


El enfoque es claro: dejar de separar radicalmente los usos (residencia por un lado, comercio por otro, educación más allá, oficinas apartadas) y avanzar hacia barrios donde la gente pueda vivir, trabajar y entretenerse en un radio razonable, reduciendo la necesidad de largos desplazamientos.


El rol de la empresa privada: ejemplos concretos


Mallol llevó la discusión de lo teórico a lo concreto con ejemplos específicos.


Uno de los más potentes fue el nuevo centro operativo de Banco General en el oeste.

La entidad abrió primero una pequeña oficina satélite, que tuvo tanto éxito que ahora está en fase de construcción un gran centro operativo para unos 600 colaboradores.


Según la experiencia compartida por el propio banco, la calidad de vida de los trabajadores que ya operan desde el oeste mejoró dramáticamente: pueden dormir más, llegan a tiempo a los cumpleaños de sus hijos, tienen menos horas de tráfico. A la vez, la productividad de la empresa aumenta.


El edificio, además, se concibe como una pieza arquitectónica y ambientalmente responsable:


  • Capta y reutiliza agua de lluvia.

  • Genera alrededor del 70 % de su energía.

  • Se integra mejor al entorno natural.


Para Mallol, este es el tipo de inversión que debe multiplicarse: empresas con más de 500 colaboradores que creen sedes en el oeste o en el norte, acercando el trabajo a donde la gente ya vive, en lugar de obligarla a cruzar la ciudad todos los días.


Normativa, zonificación y uso mixto


En materia normativa, el arquitecto resaltó avances como la introducción de las Zonas Mixtas (ZM), que permiten graduar mejor las intensidades de uso y adaptarlas a la realidad de cada barrio. En el pasado, las categorías eran muy extremas (de casi nada a todo, como en C1/C2 o RN/RM), generando saltos bruscos.


Planteó que barrios como San Francisco deben entenderse como zonas mixtas por su centralidad y realidad actual, no como áreas de un solo uso. Eso sí, subrayó la importancia del cumplimiento de normas de convivencia y regulación del ruido, el uso del espacio, etc. El problema —dijo— no es solo la mezcla de usos, sino la falta de buena gestión y control.


Reutilización adaptativa y reactivación urbana


Otro de los ejes de la presentación fue la reutilización adaptativa de edificios existentes en áreas centrales como Santa Ana, la Avenida Central y Calidonia.


Mencionó, entre otros casos:


  • La antigua tienda Saks en la Central, transformada en un centro con usos múltiples, manteniendo estructura pero renovando su función.

  • El edificio donde estaba el McDonald’s de la 5 de Mayo, originalmente diseñado por el Arq. Isaac Nisrachi. Tras un estudio estructural, se comprobó que podía crecer en altura y se está reconvirtiendo para tener comercio en planta baja y vivienda en los niveles superiores, a pasos de una estación del Metro.


Para Mallol, éste es el tipo de proyecto que debería ser incentivado con instrumentos como intereses preferenciales en áreas centrales (Calidonia, La Exposición, etc.), ya que permiten traer vivienda de regreso a zonas servidas, con transporte masivo, equipamientos y acceso al mar, sin seguir expandiendo la huella urbana.


Reconoció iniciativas como la revitalización de la Avenida Argentina, pero insistió en que deben mejorarse los procesos de ejecución y diálogo con los comerciantes, para que las obras no terminen quebrando a quienes se supone que deben beneficiar.


Gobernanza, colaboración y urgencias pendientes


Al cierre, el Arq. Mallol insistió en tres grandes mensajes:


  1. Más colaboración interinstitucional

    El caso del POT de San Francisco es un ejemplo de cómo la política puede sabotear el trabajo técnico cuando se antepone la competencia electoral a las decisiones de ciudad.

  2. Mecanismos como la plusvalía deben incentivar, no castigar

    Cualquier esquema que busque captar valor del desarrollo urbano debe diseñarse de forma que haga sentido para los desarrolladores, o simplemente no se utilizará. Las personas —recordó— solo adoptan lo que realmente les conviene.

  3. Agilidad y digitalización real en los procesos

    Desde certificaciones hasta validaciones de normativa, muchos trámites podrían resolverse en semanas con herramientas digitales bien diseñadas. El tiempo —insistió— tiene un valor enorme, tanto para el sector privado como para la ciudad.


En síntesis, la intervención del Arq. Ignacio Mallol Azcárraga fue una combinación de diagnóstico crudo y visión propositiva:


Panamá está frente a un nuevo ciclo de crecimiento; la ciudad es hoy dispersa, cara e ineficiente; pero existen oportunidades reales para corregir el rumbo si se apuesta por nuevos centros urbanos, mayor densidad bien planificada, usos mixtos, reutilización de estructuras existentes y una colaboración mucho más madura entre sector público y sector privado.


Según su visión, el reto no es solo técnico ni arquitectónico: es, sobre todo, un desafío de confianza, gobernanza y decisión colectiva sobre el tipo de ciudad y de país que Panamá quiere ser en las próximas décadas.



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Mi nombre es Gabriel Solano Lázaro, editor de este blog de emprendimiento y crecimiento personal.

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